miércoles, 4 de diciembre de 2013

La guerra de las narrativas

A veces las pequeñas historias son el mejor reflejo de la totalidad del conflicto
El dilema del periodismo de Guerra lleva ocupando mi pensamiento desde hace unas semanas. Como periodista, ¿qué contar y qué no contar? ¿Cuál es la necesidad de la defensa? ¿Qué tan real es la amenaza antioccidental? ¿Y si es Occidente quien se inventa esta amenaza para poder justificar su empresa armamentista? Este verano vi el documental de Michael Moore, Fahrenheit 9/11, pero he de admitir que mi escepticismo frente a Estados Unidos ya viene desde mucho antes. Testigos incómodos, un documental de TVE, también alimentó mi desprecio por la guerra, y con ello, mi deseo de cubrirla como periodista. Todo esto se neutralizó gracias a un curso al que asistí, de Seguridad y Defensa, organizado por el CESEDEN, dependiente del Ministerio de Defensa. (Continuar leyendo)


En “Testigos incómodos”, distintos periodistas narran, desde su experiencia, las guerras-conflictos de Vietnam, Líbano, Golfo, Iraq contra Kuwait, Balcanes, Afganistán, Irak. En este documental, los periodistas dejan de ser los intermediarios y se convierten en la noticia.
Durante esas guerras, el periodismo, gracias a la tecnología y a la democracia, ha dado diversos giros. Por ejemplo, a partir de la guerra del Golfo los soldados se vuelven informadores. Venden sus vídeos e informaciones como exclusivas. También a partir de esta guerra, los políticos usan los medios como aparato propagandístico. En el curso de Defensa pude ver cómo esto está cada vez más institucionalizado. Las fuerzas armadas españolas, como las de muchos países, tienen ya su propio gabinete de prensa. Existe una figura llamada PIO, “Public Information Oficers”. Son oficiales que, entre otras de sus muchas labores militares, hacen las veces de un corresponsal.
Enrique Puig, jefe de prensa del ministerio de Defensa, un andaluz simpático, estuvo presente en el curso de CESEDEN. Hasta la fecha no sé si era ingenuo o lo aparentaba. Nos reconoció que los PIOs no solían enviar muchas informaciones. Tiene su lógica, en medio conflicto en el extranjero, si tienes un tiempo para redactar algo, será una carta, no un teletipo. Tan grave era la escases de informaciones que estos PIOs ofrecían, que el Jefe de Prensa nos confesó a todos los presentes, la mayor parte de ellos becarios de medios, que cuando no había noticias él se las inventaba. Así, sin más, lo dejó caer.
Además de estos PIOs, otra de las labores de este gabinete de prensa es ser filtro de los medios. Todo medio que quiera cubrir un conflicto en el extranjero tiene que pedir autorización al Ministerio de Defensa. El gabinete de prensa gestiona estas solicitudes y prioriza qué medios conviene que vayan al lugar de conflicto. Por eso es tan complicado que los medios cubran directamente la noticia y se convierte en una gran oportunidad el poder estar ahí. Esto pierde el sentido cuando pasan cosas como las
que el periodista José Antonio Guardiola confiesa en el documental citado. Dice: “Creen más a la agencia que al enviado especial”.
Pues sí, es una pena, pero quizás la agencia está velando por otros intereses que el periodista desconoce. Es aquí donde el tema cobra más interés. ¿Se ha de publicar todo, simplemente por ser real?
“Como informadores es muy fácil cagarla y afectar a la paz,” esto es lo que piensa Jesús Alcalde. Es más, a veces los militares terminan viendo al periodista como un enemigo. Jesús confiesa que en muchos sitios de tensión su “misión es aliviar el conflicto antes de que lleguen los periodistas y lo aumenten”. Para enfatizar más en esta idea, en diferentes momentos del curso, que duró tres días, los militares nos contaron varias anécdotas, sobre cómo la llegada de los periodistas había ayudado a agravar el conflicto.
Y no sólo eso, lo que los periodistas contamos en Occidente es utilizado en nuestra contra por los mismos terroristas, o al menos eso nos quiso hacer creer Sergio Sánchez Benítez, asesor del Centro Nacional de Inteligencia. Él nos presentó un boletín talibán llamado In fight. En esta revista, utilizan todas nuestras imágenes, vídeos y declaraciones, para hacer creer a sus compatriotas que ellos están ganando la guerra. Redactada en pashtun, les hacen vivir en una ficción. Imágenes de funerales, labor humanitaria, muertos, homenajes, etc. Son utilizadas por los talibanes para explicar que han ganado la batalla a Occidente y que por eso nos retiraremos en 2014. EL general Miguel Ángel Ballesteros Martín, director del IEEE (Instituto Español de Estudios Estratégicos), y por cierto, el único militar buen comunicador que se dirigió a nosotros en el curso, reiteró la misma idea: “Nos vamos de Afganistán y ¿qué va a decir Al Qaeda? Dirá que nos echaron, serán héroes, incluso lo fundamentarán esto con argumentos religiosos”.
Otro error que podemos cometer los periodistas es pedir a los militares que nos hablen de política o pretender que hablen nuestro idioma. “La política se queda en Madrid”, afirmó Jesús Díaz. No solo no son buenos para hablar de política, tampoco son muy buenos para hablar en general. Hablan otro idioma y no son muy conscientes de la opinión que se tiene de ellos socialmente. Saben que a nivel institución son los mejor valorados, pero existe la contradicción de que también son la profesión menos solicitada y es la primera institución en la que se quiere bajar el presupuesto público.
Yo, al verlos, veía una especie humana distinta, parecida a los monjes, muy virtuosos, pero fuera de la realidad. Aún hay mucho que desear en cuanto a sus habilidades comunicativas, pero ellos son conscientes de esto. Por eso mismo hacen cursos como éste. Ignacio Sánchez García, capitán de Navío, lo afirmó: “Comunicar bien es una de nuestras nuevas misiones, ya no solo vencer, sino convencer… La guerra de las narrativas”.
¿Y por qué tienen que hacer un esfuerzo por convencernos? ¿Por qué si no queremos guerras seguimos invirtiendo en Defensa? Precisamente por ello. Ignacio Sánchez lo sintetiza con esta frase: “El uso de la fuerza es un fracaso para la Defensa, lo que intentamos hacer es que no sea nunca necesaria”.
Es como contratar un seguro médico: tienes que pagar por algo cuyos beneficios no siempre ves claros, pero si llega a haber enfermedad te salvará la vida. Con la Defensa pasa lo mismo. Yo más que Defensa lo llamaría: Amenaza. Pocas veces tienen que actuar, pero esto es porque “los malos,” ya sean de fuera o de dentro del país, saben que existe un Ejército fuerte. Por eso muchos de sus gastos son para apantallar. Por ejemplo el despilfarro económico que manejan en El Pardo, donde también estuvimos, por cierto.
En una charla sobre el presupuesto de Defensa yo hice una pregunta sobre este tema. Entiendo que sea muy difícil justificar un gasto cuando los costes y beneficios son de distinta índole, pero cómo convencer a la sociedad de que vale la pena esa inversión, que representa 202 euros per cápita. Antonio Fonfría, doctor en Economía, me respondió con el siguiente caso: “Argentina no habría hecho lo de Repsol si viera a España como un país fuerte. Ser fuertes nos ayuda, aunque sea aparentar serlo, esto es un beneficio”.
Fonfría citó a Adam Smith, el cual, al referirse a una buena economía, especificaba que era necesario el libre comercio y para éste la Seguridad era indispensable. Por ello esta última tenía que ser la prioridad en cualquier país que quiera tener crecimiento económico. Esto también lo vemos si consideramos que la Seguridad no solo se defiende en las fronteras, también en el interior, evitando el vandalismo, terrorismo, corrupción y delincuencia. La presidenta de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini Zuma, declaró hace unos meses, dirigiéndose a la Unión Europea: “Denme sus crisis económicas y quédense con mi problema de Seguridad”.
Pero es que, además de la seguridad interna, España debe cuidar sus fronteras, las cuales son las de toda Europa, sin olvidar su vulnerabilidad frente al fundamentalismo islámico. España formó parte del Gran Califato. Por ello es para los talibanes uno de los principales territorios a reconquistar, al menos eso nos advirtió Ballesteros. Fonfría reiteró sobre este tema de “cooperación militar” diciendo que la Defensa “es un bien público global. Estamos comprometidos en sistemas internaciones”.
Y yo como periodista, ¿qué hago frente a todo este tema, tan complejo como se plantea? Citaré a Ramón Lobo, quien acudió al curso y nos contó que se acaba de quedar fuera de El País tras 20 años de trabajo. Cubrió la guerra de Siria, de Los Balcanes, de Afganistán, de Kosovo, entre otras. Él lo dice con sencillez: “A veces las pequeñas historias son el mejor reflejo de la totalidad del conflicto.” Vivir tu profesión con pureza de intención, recordar la frase de Rosa María Calaf, en el documental de “Testigos incómodos”: “La información no puede cotizar en bolsa.”
Ser humilde y trabajar dando tu 100% en lo que hagas, partiendo de que quizás es verdad lo que afirma también Ramón Lobo: “Nadie te lee”. Si partes desde esta sobria actitud seguramente podrás ocupar el honorable lugar que le corresponde aun periodista de guerra, ni más ni menos, reconociendo tus límites, qué se espera de ti y qué no. Como dice Gabriel Sánchez: “No hay nada que merezca la pena la vida”.

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