Hasta la fecha no sé llegar aunque he podido ir sola, a veces cuando estoy intentando ir a otro lugar, de pronto reconozco un aroma muy peculiar que me hace identificarlo al instante dejando todo tomo la primer puerta abierta y estoy ya ahí.
Otras veces por el contrario, me he perdido semanas buscándolo, y cada día parezco estar más lejos de él, hasta que se me olvida qué buscaba y sigo inmersa en lo cotidiano. (Continuar leyendo)
Realmente no quisiera hablar de él, es tan cercano y a la vez tan lejano, que el simple hecho de intentar describirlo me produce nostalgia e impotencia por no poder conducirme hasta él cuantas veces lo deseo. Además no es sencillo describirlo, porque nuestras palabras son incapaces de reflejar su belleza, nuestros lengujes no pueden traducir el idioma que ahí se habla, nuestros aromas no se pueden asemejar al suyo, y es aquí la clave, el aroma, que te impregna, es adictivo, por lo menos para mí, porque aun cuando yo no sé llegar hasta él, es el único que me conduce a mi misma, a los rincones donde habita un yo que no suele manifestarse, cuyo idioma solo lo entiendo cuando estoy ahí.
Intentaré describirles éste lugar, pero temo contaminarlo; lo cual me hace recordar a un amigo de mi hermano, su nombre es Heidegger, él quería explicar lo limitada que es la teoría frente a la Verdad, su ineficacia junto a ella, y la única manera que encontró para intentar su explicación fue escribiendo un libro. Escribió una teoría intentando ilegitimizar al teorizar mismo.
Me encuentro en una misma situación, me resulta contradictorio que él haya intentado deslegitimar a la teoría con una teoría así como a mí me resulta contradictorio utilizar la palabra dentro del “sin palabras”, sin embargo es mi única, fiel y limitada arma, por irónico que parezca. Intentaré que conozcan por primera vez al que está siempre presente, intentaré que escuchen lo “inescuchable”, intentaré hablar del no hablar:
Es el “no tiempo” en el que somos conscientes del tiempo, mas allá del presente, pasado y futuro, no existen tales adverbios. Aquí la tinta no nos traiciona, nos obedece, escribe lo más íntimo y sincero. Es la escenografía tras bambalinas. Es la música de fondo que pocas veces percibimos, es la melodía mas maravillosa porque se compone de todo menos de notas o sonidos, por eso es inimitable, es única, es una sola, así que, si lo que llegas a escuchar tú, sabrás que es lo mismo que escucho yo, es el sonido más universal, quien quiera comunicar ha de fusionarse con el otro en esta misma melodía.
Cuando el día ya se ha esfumado es el momento de su encuentro. Llegan a nosotros todos aquellos pensamientos que debieron ser escuchados, y que sólo ahora cobran la importancia necesaria. No hacen ruido, solo están ahí como imágenes que te dejan en libertad de mirarlas o no, pero a la vez te reclaman trascendencia. Todo tu panorama cobra aquí la más perfecta armonía.
Va mas allá del sentido del oído, no es sensible, él busca algo más, ahonda más, penetra más, consume más, se esconde más. Pero aún así abarca tus sentidos, no es solo abstracción, es realidad, es encuentro. Es el es lugar sin dirección, pero no te aferres a buscarlo porque la inquietud de encontrarlo te alejará aún más de él.
Sé que la descripción no es concreta, pero es que tampoco él lo es. La palabra es maravillosa pero en este caso me estorba, es más no me atrevería siquiera a ponerle un nombre y menos a pronunciarlo. Sé que también haz estado ahí, y no te preocupes si tampoco puedes describirlo.
Pero no por ello dejes de hablar, porque cuando he estado ahí sé que no estoy sola, así que quizás uniendo tu versión y la mía, escuchándonos el uno al otro, podremos transportarnos ahí mismo y entonar la misma melodía.
Creo que alguna vez te he visto ahí, ¿Podrías ayudarme a llegar? ¿Recuerdas por dónde se llega? Lo siento pero, no tengo el remitente.
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