Esta es la parodia del
periodismo, visto como un juego. Las historias, inseguridades y miserias que se
esconden detrás de cada titular. Tom Rachman, un excelente escritor . Aunque
esta historia sea ficción, puedo decir de él que es un excelente periodista,
porque sabe captar la esencia de la realidad, convertirla en historia, utilizando
los personajes, frases y paginas necesarias, ni más ni menos.
Lamentablemente me veo reflejada
en muchas de las “cualidades” de estos hombres. Leyendo a estos personajes, he
visto en mí misma síntomas de “imperfeccionismo”, tantos, que el diagnóstico
final puede llevarme a concluir que padezco Síndrome periodístico.
No pretendo que este comentario
se convierta en una confesión puritana. Lejos de eso, es un descubrimiento que me
asombra, tantas semejanzas en personajes tan distintos. Los iré enfrentando uno
a uno. (Continuar leyendo)
Arthur Copal, el de necrológicas,
me llamó la atención particularmente, curioso que sea él el único que termina
teniendo una exitosa carrera periodística. Cuando “le conocimos” no tenía nada
que contar, por eso no se sentía realizado como periodista. No decidió buscar
noticias por debajo de las piedras, noticias tan sacadas de la manga como
aquella sobre “la vida sexual de los talibanes”, que otro sí pretendía narrar. Él
supo esperar en esa sequedad, hasta que le llegara su propia historia. Me
sorprendió su decisión final de vengarse suciamente de Clint. En parte me dio
gusto, Clint era un miserable, pero no me “pegaba” con el perfil de Arthur
hacer algo tan astuto. Lo entiendo, en el fondo, todos tenemos deseos de
justicia, y a veces no podemos evitar la impaciencia y decidimos tomar la
justicia por nuestra propia mano.
La obsesión y excentricidad de
Herman Cohen, el corrector. Perfeccionista, alejado de la realidad, del
contexto, del periodismo mismo. El único texto digno de ser leído era el suyo,
su tesoro, el libro de estilo. Todo lo demás era obra de necios. Precisamente,
con esta etiqueta “necio” guardaba todas las entradas a su Bilblia. Necio,
necio… Yo también soy como él. Critico con ironía, dureza, exijo una perfección
inexistente, que por supuesto yo no soy capaz de cumplir, una necia más, como
todos. Afortunadamente, al final de su vida, comenzó a vivir. Dejó de lado su
Bilblia y su gramática y vio lo maravillosa que es la vida, incluso más cuando
está decorada de sintaxis erróneas y palabras inventadas.
La dureza y auto justificación
constante de Kathleen, incluso mientras se escusa con Arthur, por no haber
estado lo suficientemente cerca tras la pérdida de su hija, intenta una barata
empatía: “voy de reunión en reunión, mi
vida se ha convertido en una única y eterna reunión. Lo creas o no, yo antes era periodista”. Es
una frase triste y seguramente verdadera, pero lo dice como una breve justificación, no le interesa encontrar su dolor con el del
otro.
Me avergüenza reconocerlo, pero incluso
pude identificarme con el insoportable de Snyder, el “corresponsal” en Egipto,
aquél que abusa constantemente de Winston. No soy de esas personas que pasan el
50% del tiempo hablando de sus glorias y el otro 50% afirmando que no quiere
reconocimientos. Me identifico más con su terrible utilitarismo y su
incapacidad de reconocerlo, todas sus justificaciones eran mentiras con pinta de
verdad, que él mismo se creía, o al menos, no se detenía a reconocer su falsedad,
no le convenía. Yo también, como él, suelo decir que no me importan los
premios, pero él es lo único que busca y mueve su insensibilidad humana. Me
pregunto si yo, puesta a prueba, puedo llegar a ser así. Necesita siembre del
otro pero es capaz de fingir una falsa codependencia, llena de confusión, como
dice Winston: “Tiene una extraña habilidad para pisotearme y para hacer al
mismo tiempo que me sienta endeudado con él”.
Hablando de Winston, me encantó
la crítica sobre su forma de escribir, la habilidad que tenemos los periodistas
de llenar las páginas de decorado, precisamente eso no lo hace Rachman, cada
imagen acompaña, ilustra, nada sobra, todo hace que exista un ritmo exquisito.
Aunque también se puede permitir “caprichos” como la historia de Ornella,
lectora, la única historia de alguien que no trabaja en el Periódico, pero ¡quién
no se ha planteado la posibilidad de exista esa utópica lectora que lea todos y
cada uno de los artículos del periódico?
Hay otros, sin embargo, que a
pesar de padecer de “síntomas
imperfección”, como Lloyd Burko, corresponsal en Paris, termina dejando el
periodismo. Por eso se baja del barco tan rápido, la primera historia de hecho.
Lo que sí me queda muy claro es
que no es posible separar la vida profesional de la personal, todas nuestras
intenciones, pasiones, motivaciones están entremezcladas. El periodismo, es
para muchos un pretexto para saciar algunas deficiencias de su vida personal.
Esto queda aún más ridiculizado si somos conscientes de que estamos hablando de
un periódico en inglés, redactado en Roma. ¿Qué pintan estos hombres aquí?
Es una serie de historias
absurdas y de evasiones personales. Lo vemos en Ott, creó el Periódico para
estar cerca de Betty. Craig, jefe de
sección, da las órdenes fuera, que no puede dar dentro de casa. Ruby, la
correctora, se mantiene en la redacción, para tener la estabilidad económica
necesaria, como para poder aparentar una vida feliz hacia su familia, que vive
al otro lado del océano, lo suficientemente lejos como para no ver miserable
que es con su vida. Aparenta que está viva, y se engaña incluso a sí misma
“mira Ballanad con le stele sin
verlo, escucha Tony Bennett sin oírlo, come helado de vainilla con almendras
suizas sin saborearlo”. Hardy, redactora de economía, prefiere vivir en una
mentira, utiliza a su novio tanto como él a ella. Herman y la dicotomía entre
su personalidad intransigente en el periódico y lo tolerante que es en su vida
personal, con su mujer Miriam y su amigo Jimmy en quien solo ve cualidades,
incluso inventadas.
Todas estas historias narradas a
la vez que se explica los orígenes del Periódico, cuando éste ya está en una
terrible decadencia, bajo las órdenes del tercer Ott. Un cobarde, un pobre
chico que está donde no quiere estar. Evadiendo sus responsabilidades detrás
del nombre de su único cómplice Schopenhauer.
Esto es el Periodismo, siempre
habrá un empresario detrás con sus propias preocupaciones y motivaciones,
liderando una serie de personas con sus propias historias personales,
amenazados constantemente por el cambio e innovación que nos exige la profesión
y la vida misma. Quisiera terminar citando a Kathleen: “ No puedo decir si
dentro de cincuenta años publicaremos en el mismo formato o en mismo soporte.
De hecho, lo que probablemente os puedo decir es que no publicaremos de la
misma forma, que estaremos innovando igual que innovamos ahora. Pero os pudo
asegurar una cosa: los noticiarios sobrevivirán y la información de calidad siempre
gozará de reconocimiento. Lo llamemos como lo llamemos, noticias, textos,
contenidos, alguien tiene que informar, alguien tiene que redactarlo y alguien
tiene que revisarlo”. Y ahí estaremos nosotros, cargados de nuestras
imperfecciones, los periodistas, los imperfeccionistas.
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