miércoles, 2 de enero de 2013

Los jóvenes toman la palabra, PUJ

“Existe una conciencia moral inscrita en cada ser humano desde su nacimiento, independientemente de su creencia religiosa, por ello puede reconocer y asumir un comportamiento ético, tanto personal como social. Renunciamos a todas las formas de relativismo moral”. Por difícil que parezca creerlo, esta afirmación fue discutida, redactada y firmada por miles de jóvenes  de cuatro continentes diferentes, con distintos idiomas, y lo qué mas llama la atención; de profesiones religiosas y agnósticas. Esta declaración constituye el art. 1,3 de la Carta Magna jurada por el Parlamento Universal de la Juventud en 2010. Esta Carta es solo el inicio de un proyecto lleno de esperanzas, de creatividad y de proactividad juvenil. (Continuar leyendo)


¿Qué es el PUJ?
El 13 de agosto de 2010 se ha celebrado el Parlamento Universal del Juventud en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Aquí 300 jóvenes de todo el mundo han presentado una Carta Magna de Valores para una Nueva Civilización, fruto del trabajo de miles de jóvenes de 17 países de América, Europa, Asia y África durante varios años. Ellos pretenden difundir esta Carta en todas las instancias políticas, sociales y religiosas.
Lo maravilloso de este proyecto, además del contenido en sí de la Carta, es la esperanza que implica el paso que estos jóvenes han dado al decidir salir de su individualismo e involucrase en la vida política, pero con una mirada más fresca que aún esta dispuesta al diálogo. El Padre Jesús Fernández Hernández, presidente de los misioneros y misioneras Identes exhorta en la introducción a la Carta: “Luchemos contra el individualismo, puro egoísmo que nos paraliza y nos hace incapaces de ayudar al otro.
María Fernanda Lacilla, formadora de Filosofía en San Dámaso, asistió al Parlamento, ella declara que la idea surgió de un hombre, Fernando Rielo, que confiaba en los jóvenes puesto que  son idealistas  y no tiene prejuicios ni están tan politizados como los adultos. “Los jóvenes tienen mayor capacidad de soñar un mundo mejor,” afirmó María.
El Parlamento Universal de la Juventud (PUJ) tiene su origen en una Carta Fundadora, redactada el 8 de septiembre de 1991 por Fernando Rielo. Él aspiraba a que el PUJ fuera, con el tiempo, un gran foro mundial juvenil donde la mayoría de los países estuvieran representados, en especial los menos desarrollados, todas las razas, todas las religiones, todos los valores humanos. Su finalidad es que los jóvenes, sin distinción alguna, investiguen y analicen los temas que les preocupan y que sus conclusiones y propuestas sean escuchadas a nivel mundial por las instancias políticas, sociales y religiosas.
La metodología del PUJ es constructiva. No trata de “denunciar” comportamientos, sino sobre todo descubrir valores y proponer soluciones para el futuro a partir del amor de generosidad y de amistad, valor supremo y fundamento de todos los valores. En palabras de Fernando Rielo, “el fin específico del PUJ  es la elevación de la actividad política a ciencia del espíritu. Si Maquiavelo disocia la política de la ética justificando cualquier tipo de medios para alcanzar un fin, mi concepción mística une la política a una ética definida por su valor supremo: el amor”, afirmaba Rielo en la Carta fundadora del PUJ.
El PUJ propone a Jesucristo como modelo del ser humano. La razón de esta elección es que la figura de Jesús de Nazaret es la más atrayente en todos los niveles. Propone, en este sentido, el modelo de unidad que se encierra en el mensaje parlamentario del mismo Cristo a la humanidad: constituirse los hombres en unidad mística como Él y el Padre se constituyen en unidad absoluta. No es necesario profesar una fe religiosa hacia Jesucristo, basta con reconocerle como figura histórica y respetar a aquellos que creen en su divinidad.
“Los jóvenes necesitan modelos concretos, por eso hemos centrado tantas virtudes en una persona, Cristo” afirma María Fernanda. En palabras de Fernando Rielo: “Cristo os propone, frente al superhombre nitzscheano alienado por la voluntad de poder, una concepción de auténtico superhombre consistente en la liberante voluntad de amar”.
María confesaba que cuesta explicar la vocación cristocéntrica del PUJ a aquellos jóvenes que están interesados en la idea del Parlamento, pero que no profesan una fe religiosa, para ello, ella comparte que “hay que trabajar codo con codo para que te entiendan. Solamente cuando ellos ven que a pesar de que tenemos otra concepción divina, sin embargo hablamos con el corazón y nos entendemos perfectamente. El respeto es de tal naturaleza que ellos comprueban que hay buena voluntad. No es un decir: Yo quiero a toda costa convencerte o Lo tuyo no vale, sino es abrirles el horizonte más profundo de la dirección que encierra el mensaje de Cristo... Hacerles entender tiene su proceso, hay que ver desde donde se sitúa el otro, para desde ahí abrirle el horizonte, para enseñarles un mas  que llevan dentro que aunque no lo sepan, forma parte de sus aspiraciones,” afirma ella.
Con el diálogo en el que se han embarcado estos jóvenes, se ha llegado a generar un vínculo. Para María, lo que más puede unir a dos hombres es compartir la lucha por el bien.
Valor del diálogo
El PUJ ha logrado ser como un despertador a través del diálogo, pero desde la conciencia de hijo. La concepción de hijos de Dios, hace posible la fraternidad entre humanos, esto es una de las cosas que más enriquece el diálogo interreligioso. Esto se ha visto, por ejemplo en el caso de Yasser, un musulmán de Egipto quien tuvo contacto con la Juventud Idente, obra también de Fernando Rielo, desde los 17 años. María guarda cuidadosamente un SMS que Yasser le envió hace poco, es prueba que le ayuda a creer en la posibilidad del diálogo y en la fraternidad humana. El mensaje decía así: Buenas noches María, he dejado Egipto, no espero mañana lo que no me dieron ayer. Todo lo que me está pasando es regalo de Dios, pero también vosotros, mis sinceros amigos tenéis mucho que ver con todo esto. Te envió este mensaje para decirles a todos que os quiero mucho y que me quedaría toda la vida agradecido por todo lo que me habéis enseñado con buen corazón y buenas intenciones… Mi diálogo continuo con Dios nunca se corta y creo que porque vosotros también lo tenéis, siempre se cruzan nuestros caminos. Yasser
“Nuestro fundador es el que nos ha dado la clave del diálogo”, reflexiona María, “Recuerdo el primer campamento en el que vinieron musulmanes, nos cuestionábamos cómo hacer con su culto. Fernando Rielo nos dijo claramente: Mirad, vosotros cogéis la tienda más grande y bonita que haya y les vais a decir que esa es la tienda donde ellos pueden hacer oración el viernes. Preguntáis si podéis asistir vosotros, como signo de unidad.
 En ese clima de comunión se ha gestado la idea del PUJ. Hace un año, cuando se presentó la Carta Magna en la ONU, llegaron a formar parte del Parlamento incluso jóvenes ateos. María recuerda a un grupo de alemanes en concreto, que luego  decidieron asistir a la JMJ en Madrid. “Vieron que se les escuchaba con tanto cariño y que a la vez nosotras nos manifestamos con toda claridad. Vieron que se les daba cancha. Descubrieron que tenían muchos prejuicios pero abrieron la puerta a la investigación. Lógicamente ahí hay un proceso en marcha”. Lo interesante es ver cómo la idea atrae a todos aquellos que lo ven desde cerca, María considera que esto se debe a que “a Dios le llevas dentro, lo que se despiertan son cosas que ya posees y te cuestionas cuál es el secreto de ese vinculo que no se encuentra fuera. Te quieren como eres, pero te llevan a un más, sin que tú te sientas forzado.
¿Qué es la Carta Magna?
La Carta Magna de valores para una Nueva Civilización, entregada a la ONU en 2010, es un texto estructurado alrededor de diez dimensiones de la vida humana: Familia, trabajo, sociedad civil, política, economía, educación, medios de comunicación, medio ambiente, relaciones interpersonales y la trascendencia. Sobre cada una de las cuales los jóvenes parlamentarios enumeran una serie de principios acompañados por compromisos precisos.
En el Preámbulo de la Carta, los parlamentarios explican sus intenciones: “Este documento recoge las conclusiones del trabajo que hemos librado, expresa algunos principios teóricos que compartimos en torno a los temas tratados y enuncia una serie de compromisos asumidos por nosotros a fin de poner en práctica las soluciones encontradas.” Y por último expresan su deseo de que todas aquellas personas que se sientan identificadas con los principios y compromisos ahí expresados se unan a ellos haciendo suya la Carta Magna de Valores y por último manifiestan también su apertura a todo tipo de sugerencias y aportación que la enriquezca.
Lo que distingue esta Carta de otros documentos y constituciones es que no es una declaración de derechos redactada por sujetos pasivos, sino que es una lista de compromisos enunciados por los mismos parlamentarios, partiendo de una serie de principios, acordados entre la gran diversidad de jóvenes, y los compromisos a vivir en los distintos ámbitos de la convivencia humana.
El fin es que la carta de valores inspire transformaciones positivas en todos los ámbitos de nuestra sociedad; sin embargo, los creadores tienen la convicción de que los frutos más relevantes se producirán en la vida de aquéllos jóvenes que asumirán sus contenidos y compromisos.
Después de Nueva York
La JMJ fue una gran oportunidad para que se volvieran a reunir estos jóvenes ecuménicos, se encontraron en el Festival cultural organizado por la Juventud Idente.
Tras haber presentado la Carta en 2010, retomarán cada una de las distintas dimensiones de la persona. La primera que abordarán en distintos foros será la Educación. Se reunirán en 2013, en la JMJ de Brasil y en 2014, en Berlín. Eligieron el tema de la Educación como el primero, porque en los grupos de trabajo de Nueva York, fue una de las dimensiones, junto con la Familia, que más interés generaron. El  enfoque que se debatirá será el propuesto en la Carta, donde ellos afirman que  “La educación es la relación que busca la formación integral de la persona, en función de su vocación última y del bien de la familia y de la sociedad”. Por lo tanto, uno de los compromisos que adquieren es buscar “el justo equilibrio entre estudios humanísticos y científico-tecnológicos y promover una investigación académica enfocada a la resolución de problemas que afectan al ser humano, cuidando y evaluando la formación de la persona y no sólo su conocimiento, ayudándole a descubrir su auténtica vocación personal y social.

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