miércoles, 20 de febrero de 2013

Maquiavelo, ¿maquiavélico?

Una de las cosas que admiro de Maquiavelo es que cree en la fortuna, pero también en la libertad y poder de la voluntad humana. Si como político te enfrentas a algo predeterminado, como la opinión pública, por ejemplo, no por eso pierdes las posibilidades de cambiarla. Este tema: “Fortuna y libertad” puede iluminar la siguiente pregunta que me formulo: ¿Por qué Maquiavelo, encarcelado y torturado por conspirador republicano, escribe ese mismo año un tratado sobre los principados, y además lo dedica al Medici felizmente reinante?
Para Maquiavelo, el hombre es el protagonista, responsable y artífice de la historia, y puede moldearla según sus deseos y necesidades. No es un fenómeno natural, ni tampoco el resultado de los designios de Dios, sino el fruto de aspiraciones, los actos, planes y trabajo de los hombres: un producto nuevo salido de sus manos. Lo que me lleva a pensar que no se hizo con el poder, porque no quiso. “Los hombres pueden secundar a la fortuna, pero no ponerse a ella; pueden tejer sus redes, pero no romperlas “. (Maquiavelo, Discursos sobre la primera Década de Tito Livio).
Resultó particularmente llamativo y escandaloso que la política declarase su independencia respecto de la moral. Un acto será conveniente o no según sea beneficioso o perjudicial para conseguir el fin de mantener  acrecentar el Estado. Su valor moral es indiferente para el político; no le interesa lo mismo que no le importa su entidad metafísica. Matar a un tirano es algo que puede ser o no útil para una república, y el político debe establecer en qué circunstancias parece conveniente y , en ese caso, qué estrategia es la más segura para llevar a un buen término la acción. Que asesinar se moralmente reprobable, no hace al caso, o será asunto de la ética, lo mismo que los procesos biológico que explican el paso de la vida a la muerte son asunto de la medicina: el político no se ocupa ni de lo uno ni de lo otro, se queda en su propio campo de conocimiento. (Prólogo de Ana Martínez Arancon). Con esto podemos ver que lee a los clásicos pero no comparte mucho con ellos. Para ellos el conocimiento es uno solo, porque la realidad es una sola. Por lo tanto, todas las ciencias tenían relación entre sí.
Sobre el tema de la guerra. Creo que Maquiavelo puede hablar sobre ella con tanta frialdad porque no vivió un Holocausto. El florentino dice: “el conflicto y la guerra son el nervio de las repúblicas, las engrandecen, las alejan del declive y la corrupción”. Por eso Maquiavelo desconfía muchísimo de los gobernantes pacíficos, y, aunque reconoce que a veces son necesarios para que la nación recobre fuerzas, se reorganice y descanse, piensa que, si se suceden consecutivamente dos de estos gobernantes, la república se precipitará irremediablemente en la ruina total. La paz lleva al ocio, y éste al desorden y la aniquilación. Según nuestro florentino, no han ningún descanso honesto, y ni siquiera las letras son ocupación digna de un ciudadano, a no ser que las haga compatibles con la espada o que, como en sus caso, le sirvan de consuelo en la inactividad forzosa. Por eso aplaude la decisión de Catón, que prohibió a los filósofos la entrada en Roma, pues “una vez que las justas y disciplinadas armas han proporcionado victorias, y que las victorias han traído la paz, no hay ocio más aparentemente honesto que el de las letras para debilitar el vigor de los espíritus guerreros, y con ningún otro engaño más grande y poderoso que éste puede el ocio penetrar en las ciudades organizadas”.(Maquiavelo, Historia de Florencia)
No puedo formarme un juicio claro sobre si Maquiavelo era elitista o no. Me refiero a un elitismo, que quiere reservar el conocimiento a unos cuantos. Por un lado, en el texto anterior, apoya la ignorancia, porque la lectura debilita los espíritus guerreros, pero él mismo ha tenido que leer a los clásicos para criticarlos. En el prólogo, Ana Martínez afirma lo siguiente: “El nuevo Estado, que intentará superar los laureles de Roma, requiere, para gestarse, mantener y crecer, hombres nuevos, y Maquiavelo asume voluntariamente la responsabilidad de formarlos. Su concepto de gobierno ideal exige que todos participen de la acción política, y por eso piensa que no basta con adiestrar a una clase dirigente, sino que es imprescindible formar al pueblo.” Esa afirmación me parece maravillosa, pero me choca un poco con la personalidad de Maquiavelo, sobre todo con el elogio anterior a Catón. Por otra parte en “El Príncipe” veremos como constantemente separa abismalmente las labores del pueblo y de la clase política, idea muy lejana a la afirmación de Ana: “Su concepto de gobierno ideal exige que todos participen de la acción política”. Quizás al decir ideal, quiso decir irreal, y por eso Maquiavelo no considera esto una posibilidad, al menos no lo hace en absoluto en las estrategias propuestas al Príncipe Medici.
Así como encuentro digno de admiración su armonía entre Fortuna y libertad, creo que lo que más puedo criticar al realismo de Maquiavelo es que separan al hombre y al conocimiento en  gavetas, en facetas de: política, ciencia, ética, arte… lo cual es absolutamente irreal. El hombre es uno, y mientras más lo separamos, menos lo entendemos. Esta sería mi conclusión final. (Continuar leyendo)


Nicolás existió en un momento y lugar determinados.  Su carta al Príncipe es casi una crónica subjetiva, pero realista de su época. No pudo haber existido, como tal, en otra época. Contemporáneos tales como: Alejandro VI, Cesar Borgia, Leonardo Da Vinci, Fernando de Aragón, entre otros, han dado vida a sus ejemplos y reflexiones.
Maquiavelo nació en Florencia en 1469. Una Florencia, dentro de una Italia desunida políticamente, aunque toda cubierta bajo el  Humanismo del Renacimiento. Una Florencia también, bajo la sombra de la Iglesia romana, la única cabeza visible de Italia.
Maquiavelo admiraba la administración que el papa Alejandro VI, Borgia, mantenía. No hace ningún comentario sobre la vida personal del Pontífice. Durante el trabajo veremos que la moral es un tema que tiene sin cuidado a Maquiavelo. Si tuviera algo que criticar al Vaticano, es que haya centralizado el poder de tal manera que impedía a Italia ser un país, sino un conjunto de territorios, sin unidad política, que dependían del “Estado Vaticano”.
Maquiavelo admira a la familia Borgia, no por su posición religiosa sino por sus tácticas políticas y militares, que citará durante su carta al Príncipe Medici.
 Maquiavelo admira también a Fernando II de Aragón. Lo retrata como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad “desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad”; sin embargo, para Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir por dichos principios.
En el presente trabajo quisiera entablar un diálogo con el Florentino. Yo pregunto, interpreto o desapruebo, a través de lo que puedo conocer de él en las líneas de su obra titulada: El Príncipe. Mi humanismo no es renacentista, es post- moderno. Ha cobrado luz gracias a grandes filósofos que él no llegó a conocer, y también gracias a líderes religiosos y pontífices como Juan Pablo II y Benedicto XVI, que seguramente hubieran ejercido un gran interés sobre el pensamiento de Maquiavelo. Mis ideas, de mujer post-moderna, también se ven alteradas por la experiencia de las 2 guerras mundiales que ha vivido la humanidad, y que han dejado una huella en el hombre. Una marca que puede llevar a una terrible decepción del ser humano, o a depositar en él todas las esperanzas. Pero lo que sí afirmo es que han generado un terrible desprecio por la guerra. Aunque haya algunos que sigan optando por ésta.
No puedo leer a Maquiavelo con ojos de un contemporáneo suyo, y no tengo claro si me gustaría hacerlo. Habrá capítulos del libro que dejé pasar sin ningún comentario. Honestamente no me detuve en ellos por falta de interés en temas tan estrictamente prácticos o pensamientos redundantes en los que reduce la política únicamente a poder. Después del comentario que yo haga, el siguiente de él no es una respuesta, no es un diálogo fluido, son reflexiones al aire: Elijo reflexiones, las transcribo y en algunos casos las comento. Después viene otra reflexión que quizás no tenga conexión con la anterior.
Cuando por primera vez oí la historia de Maquiavelo en clase de Opinión Pública, me sorprendió ver lo poco “maquiavélico” que había sido Nicolás en su propia vida política. He resuelto esa reflexión. Maquiavelo no podía tomar el poder cuando escribió el Príncipe, sencillamente porque estaba exiliado, recién liberado de la cárcel.
Maquiavelo había trabajado , durante su juventud, para la república. En 1512, cuando la monarquía Medici volvió,  encarcelaron a Maquiavelo. El Pontífice León X intercedió por su liberación y logró que le ofrecieran el exilio. Así es como escribe “El Príncipe”; en medio de melancolía, miedo a la inactividad y entre libros de autores clásicos.
Su cultura clásica, su experiencia diplomática, su agudeza, su claridad de análisis, su interés por lo que pasaba a su alrededor, y también su fiebre visionaria de futuro y su vocación para la actividad pública: todo se malgama en una meditaciones que es proyecto.
Admiro la afirmación que de la obra de Maquiavelo hace. F. Chabod, en sus “ Escritos sobre Maquiavelo”: No se puede separar el más mínimo elemento sin que se haga trizas en las manos. Si pretendemos separar de su pensamiento su amoralidad, nada tendría sentido, por ejemplo.
El contexto renacentista en que vive le hace tener un desprecio hacia las utopías políticas. Durante la obra veremos como insinúa críticas a Platón, Masilio de Padua y quizás a Tomas Moro. Para él el primer mandamiento de un político es ser realista, conocer las circunstancias y adaptarse a ellas. Esto me parece una virtud admirable, sobretodo trascendente para la ciencia de la Opinión Publica.
No creo que la intención de Maquiavelo fuera ganar poder a través de la divulgación de su libro. Él lo redactó como carta. No llegó a verlo publicado, pues no se editó hasta 1532 y el murió en el 27. Según mi intuición, el deseaba que Italia se unificara. No pretendía hacerse con el poder. Era nacionalista, eso se verá durante la obra. Era un teórico, lo cual no implica que no fuera realista.
Quisiera aclarar que durante la obra, Maquiavelo utiliza el término Príncipe en muchas ocasiones, distintas, es más bien  gobernante, en otras es casi tirano, también se refiere a obispos. Creo que con este término, más neutral, no se moja, es políticamente correcto, y se deslinda de su pasado republicano.
Ana Martínez resume en unas cuantas líneas el argumento de la obra: Leyendo la crítica se observa que, por lo general, los Estados se organizan primero bajo la forma de una monarquía. Es una única persona, un legislador sabio, quien funda las naciones y les da leyes. Pero, como la monarquía es hereditaria, los sucesores suelen desmerecer del fundador, y los grandes se ponen de acuerdo para alzarse y destituirlo, instaurando una forma de gobierno oligárquica o aristocrática. Los nobles, de por sí orgullosos, hacen que su arrogancia resulte insoportable cuando son dueños de poder. Sus abusos incitan a los pueblos a tomar las armas, derrocar a los tiranos y dar paso a una etapa democrática. En la democracia suelen ser frecuentes la alteraciones, falta un ejercicio enérgico de la autoridad, y la libertad degenera así en desenfreno, lo que aprovechado por alguien, más audaz y ambicioso o más amante de su patria que los demás, para tomar la dirección del Estado y fundar una nueva dinastía monárquica. Un pueblo podría estar así, dando vueltas y vueltas a esta rueda de las formas de gobierno, hasta la consumación de los siglos, si no fuera porque las naciones vecinas suelen aprovechar alguna de sus épocas de crisis para conquistarlo. Según Maquiavelo, la organización más perfecta y más estable del gobierno es la república mixta, que sintetiza elemento de la monarquía, la aristocracia y la democracia. Un poder popular pero con una única cabeza visible que, aunque elegida, lo sea por un largo período de tiempo y con amplios poderes, aunque su autoridad se frena por un organismo consultivo, integrado por los ciudadanos más poderosos y mejor preparados. La ciencia política se desarrolla, pues, en tres fases: adquirir, conservar y aumentar; si falla la tercera, las otras se desmoronan.
A mí me gustaría preguntarle en qué consiste la tercera fase hoy en día. Creo que países como Estados Unidos, o La ONU (qué sé que no es país) aumentan su poder interviniendo en otros países, creando un nuevo tipo de imperialismo.
Antes de adentrarnos por completo al diálogo concreto con “El Príncipe” quisiera citar una última afirmación de Ana Martínez. No la discutiré. Seguramente ella conoce a Maquiavelo mejor que yo, por eso mismo se la respeto y con concluyo con ella esta introducción: “Como filósofo e historiador Maquiavelo ama la verdad, pero como político la desaprueba por su ineficacia”

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